El Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora nace como respuesta a las necesidades educativas de la mujer a finales del siglo XIX. Para hacer frente a esta situación, San Faustino Míguez, acompañado por un grupo de jóvenes identificadas con la misión educativa, funda en 1885 la Congregación de las Religiosas Calasancias para dedicarse a la educación según el espíritu y el estilo pedagógico de S. José de Calasanz.
Faustino Míguez descubre la grandeza del ministerio educativo y lo define como la obra más «noble, la más grande, la más sublime del mundo y la más necesaria. Como altísima misión, obra divina, creación continuada, porque abraza a todo el hombre tal como Dios le ha concebido, tal como Dios le ha criado. […] Es el reflejo más admirable de la acción, de la bondad y de la sabiduría divina».
«Es la misión de mayor interés y de la importancia más decisiva así para la dignidad y dicha del individuo y de la familia como de la misma sociedad entera. […] Mientras haya una imagen de Dios en el mundo, será grande y providencial, será sagrada y divina la misión calasancia. […] Mientras haya en la tierra un hijo del hombre inspirado por ese soplo divino […] será bello, será digno, será divino el formarlos en el amor de lo que es verdadero y honesto, en el entusiasmo de lo que es noble y generoso, en santa pasión por lo que es grande y sublime».